Resumen Corto Del Libro Quinto
Capítulo I: Cómo acrecentaban y repartían las tierras a los vasallos.
Los Incas priorizaron el riego para sus sembríos. Los maestros sacaban las acequias necesarias, no sembraban grano de maíz sin agua de riego. En las costas y demás laderas hacían los andenes a modo de escalera. La finalidad ganar tierras para sembrar maíz. En la repartición de tierras esta primero para el Sol luego para el Rey y la otra parte para los naturales. En las que no alcanzaba riego sembraban: papa, oca y añus. También sembraban la quinua.
Capítulo II: El orden que tenían en labrar las tierras; la fiesta conque labraban las del Inca y las del Sol.
Labraban primero las del Sol. Luego de las viudas y huérfanos y de los impedidos por vejez o enfermedad. Si los impedidos no tenían semilla se las daban. Ya después se labraba cada una de las tierras de los indios. Mandaba el Inca que cada una de las tierras de sus vasallos fuera preferida a la suya. El primer andén está en Collcampata. Era dedicada al Sol. Este andén labraba con fiesta y regocijo. El cantor se llama haylli que quiere decir triunfo. Tenían un arado que ataban al pie. En cuadrillas de siete en siete, hacían surcos que eran para admirar. Las mujeres cantaban y ayudaban.
Capítulo III: La cantidad de tierra que daban a cada indio, y cómo la beneficiaban.
Daban a cada indio una hanega de tierra que llama tupu. Para un hijo soltero. Y para una mujer la mitad. A los curacas y gente noble daban tierras conforme a la familia que tenían. A los Incas daban la mejor tierra. Utilizaban estiércol de gente y de ganado para fertilizar la tierra. En la costa utilizaron estiércol de las aves marinas. En otras partes de la misma costa utilizaban cabezas de sardina como abono de las tierras.
Capítulo IV: Cómo repartían el agua para regar. Castigaban a los flojos y descuidados.
Cuando había poca agua para regar, la daban por orden y medida. Esto se hacía en los años escasos de lluvias. No era preferido el más rico ni el más noble, ni el privado ni pariente del curaca, ni el mismo curaca, ni el ministro ni gobernador del Rey. Al que descuidaba su tierra lo azotaban por holgazán y flojo. Llamábanle mizqui tullu que quiere decir huesos dulces.
Capítulo V: El tributo que daban al Inca y la cuenta de los orones.
El tributo principal era labrar y beneficiar las tierras del Sol y del Inca. Como fruto principal recogían el uchú que los españoles llaman ají. A los orones llaman pirua. Eran de diferentes tamaños. Lo ponían en cuatro paredes o en el medio del aposento. La semilla lo daba el Sol o el Rey. De la cosecha no pagaban nada al Inca. En la provincia llamada Colla cógese mucha quinua que es como arroz y papa, para preservarla lo echan en el suelo con paja, dejándola en hielo a la noche y se produce el chuñu.
Capítulo VI: Hacían de vestir, armas y calzado para la gente de guerra.
El otro tributo era la de vestir y calzar y armas para el gasto de la guerra. La ropa lo hacían de lana. En la costa de algodón. Hacían tres suertes de ropa la ausca para gente común. Compi para el noble. El calzado hacían las provincias que tenían más abundancia en cáñamo que hacen de la pencas del árbol maguey. Las armas se hacían donde había abundancia de materiales. En una hacia el arco y la flecha. Cada provincia o nación daba lo que tenía de su cosecha. Repartían estas cosas con gran orden y concierto. Los pobres daban cañuto de sus piojos. Pedían esto para obligarse a despiojarse y limpiarse. Los de sangre real, curacas, ministros eran libres de impuestos.
Capítulo VII: El oro y plata y otras cosas de estima no eran detributo, sino presentadas.
El oro y la plata no eran de tributo obligatorio. Solamente lo estimaban por su hermosura y resplandor o como adorno. Los indios no supieron jamás visitar al superior sin llevar presente. Especialmente en el Raymi o en los triunfos, jamás le besaban las manos sin llevarles oro y plata y piedras preciosas, que los indios sacaban cuando estaban ociosos. Otros presentaban madera preciada, o también hombres para la milicia. De lo grandes oficiales recibía el Inca: tigres, gatos cervales, papagayos, guacamayos, el cuntur, culebras, sapos, etc.
Capítulo VIII: La guarda y el gasto de los bastimentos.
Con los tributos hacían pósitos donde guardaban la cosecha y demás cosas útiles. De la renta del Sol se dejaba en el pueblo cierta parte. Había pósitos con armas, ropa de vestir y calzado para los ejércitos. Mandaba dar pena de muerte a cualquier soldado que osaba tomar alguna cosa de los vasallos. Agustín Zarate dice: “Hicieron palacios de grandes anchuras para que pudiese caber una casa con todo su ejército…”. Si los gastos para la guerra no alcanzaban entonces se valía de la hacienda del Sol.
Capítulo IX: Daban de vestir a los vasallos. No hubo pobres mendigantes.
Los indios eran pobres de ganado. Por el contrario el Sol y el Inca tenían tanto que era innumerable. El Padre Maestro Acosta dice: “daban a cada uno a hilar y tejer su ropa, la lana que sobraba lo ponían en su depósito…””Enseñábase desde muchacho todos los oficios que ha menester un hombre para la vida. Así lo aprendían todo y se proveían a sí mismo, todos sabían labrar la tierra, tejer, edificar había maestros para obra prima…” La costumbre de no pedir limosna todavía se guarda en mis tiempos. No vi indio o india que la pidiese. Los Incas no se olvidaron de su caminantes mandaron hacer casas de hospedería llamadas corpahuasi donde les daban de comer y todo lo necesario para su camino.
Capítulo X: El orden y división del ganado, y de los animales extraños.
El ganado era seleccionado por su color. Para recua tenían animales semejante a los camellos (quitada la corcova) las aves y los animales fieros lo sustentaban en algunas provincias. Y lo tenían en la corte del Inca. Llamaba amarucancha (que quiere decir barrio de amarus que son culebras muy grandes) Pumarcurcu pumapchupan donde tenían los leones, tigres y osos. Al león llamaban puma. Surihualla que es prado de avestruces. Los animales fieros se guardaban para castigo de los malhechores.
Capítulo XI: Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los vasallos.
El Padre Blas Valera dice del gobierno de los incas: Siglos atrás habían vivido en mucha torpeza. Desde aquel tiempo criaron sus hijos con doctrina, honestidad, atavió y ornato. Abrazaron las leyes de su príncipe y lo guardaron muy cumplidamente. Sus leyes guardaban fielmente. Tuvieron ley municipal. Ley agraria. Todo ello era cumplido con grandísima diligencia y rectitud. Llamaban ley común cuando todos los indios iban a edificar. Ley de hermandad en el que todos los vecinos se ayudaban. El Mitachanacuy donde el repartimiento de la tierra era para cada provincia. Tuvieron ley del gasto ordinario. La ley en favor de lo que llamaban pobres. Otra ley que llamaban casera que contenía dos cosas: que nadie estuviera ocioso, todos se ocupaban, el manco, el cojo, el ciego, el mudo. Las demás gente mientras tenia salud se ocupaba cada uno en su oficio y beneficio. El llactacamayu veía el cumplimiento de los padres. De cuya había tanta abundancia de las cosas necesarias de la vida humana.
Capítulo XII: Cómo conquistaban y domesticaban los nuevos vasallos.
“Después de sujetada la provincia, el Inca llevaba el ídolo a un templo hasta que los indios se desengañasen y adoraban solamente al Sol. Llevaban al Cozco al cacique principal para los acariciar y regalar y aprendiesen las leyes y costumbres. Los soldados vencedores y vencidos celebraban grandes banquetes y amistaban sin rencores. Además de esto daban dadivas de oro y plata. Así los indios unían su amor y vinculo y nadie se revelaba…”
“Todas las demás leyes y derechos de los vasallos se conservaban sin tocarle nada” “La carga de los tributos era tan liviana”. No contentos con esto los Incas distribuían comida, vestido y otras cosas, por ello eran llamados por los naturales como. Cápac Titu. Cápac, lo mismo es que príncipe poderoso en riquezas y grandezas. Titu significa príncipe liberal magnánimo, medio dios. Por ello los indios adoraban a sus reyes.
Capítulo XIII: Cómo proveían los ministros para todos oficios.
Después de haber sujetado una provincia. Primero mandaban adorar al Dios Ticci Viracocha o Pachacamac. Luego mandaba tuviese al Inca como su Rey. Luego empadronaban a sus vasallos para imponer el tributo, para hacer obras públicas. Nombraba: ministros, generales, maeses de campo, capitanes, alféreces, sargentos y cabos. Así el Hatun Apu que es gran capitán, curacas eran señores de los vasallos. Y así cada uno de los nombrados cumplía una misión diferente. Tenían pastores mayores y menores a los cuales entregaba todo el ganado real y común. Había guardias y veedores, mayordomos, administradores, jueces y visitadores. Todo ello para que al pueblo no le falte nada. Había oficiales de diversos oficios: plateros, carpinteros albañiles, canteros y lapidarios. Había ministros que visitaban el campo, había cazadores e aves y pescadores, tejedores, zapateros y herreros. Todos acudían con gran diligencia y cuidado a sus oficios y obras.
Capítulo XIV: La razón y cuenta que había en los bienes comunes y particulares.
El Inca mandaba contar y medir; los montes, tierras, heredades, minas, salinas, fuentes, lagos, ríos, algodonales, árboles, ganados. Todo ello no para aplicar para sí. Sino para saber la abundancia o pobreza de la región y como se podría contribuir para su superación. Después de todo repartía la tierra a cada pueblo o provincia, para su territorio, y nunca se confundiese. Las minas lo administraba el curaca, no para tesoros sino para adornar los vestidos y arreos. Y para algunos en que bebiese el cacique. Del cobre que ellos llaman anta, se servían en lugar de hierro. Al cobre estimaba mucho y era de más provecho pues de allí sacaban: armas, cuchillos, instrumentos, alfileres, etc. “Las tierras de pan y las que no eran de pan también eran repartidas. Primero para el Sol, la segunda para el patrimonio real y tercero para los naturales.
Capítulo XV: En qué pagaban el tributo, la cantidad de él y las leyes acerca de él.
Para el pago de tributo tenían siete leyes inviolables: La primer y la principal era que cualquiera que fuese libre de tributo, en ningún tiempo ni por causa alguna le obligasen a pagarlo. La segunda ley era que todos los demás indios, eran obligados a pagar tributos. La tercera ley era que por ninguna causa o razón indio alguno era obligado a pagar de su hacienda cosa alguna en lugar de tributo. La cuarta ley era que a ninguno podían compeler a que trabajase ni se ocupase en otro oficio sino el suyo. La quinta ley era que cada uno pagaba su tributo en aquello que en su provincia podía haber sin salir a la ajena. La sexta ley mandaba que a cada uno de los maestros que trabajaba en servicio del inca se le proveyese de todo. La séptima ley mandaba que a todos los maestros, de cualquier oficio en lugar de tributo se les proveyese de todo lo necesario.
Esta razón bastara para responder y contradecir a los que dicen que antiguamente pagaban tributo los hijos y las hijas y las madres lo cual es falso.
Capítulo XVI: Orden y razón para cobrar los tributos. El Inca hacía merced a los curacas de las cosas preciadas que le presentaban.
La octava ley era acerca de los tributos. Por los nudos que hacia los contadores o cobradores se sabían cuánto había en los pósitos reales y en el pósito de cada pueblo: bastimentos, el pimiento, los vestidos, calzado, armas, oro y plata.
La novena ley que todo lo que sobraba de estos tributos se aplicaba al bien común. Los Reyes Incas tomaban por si la menor parte de los tributos y más se convertía en provecho de los vasallos.
La décima ley era que declaraba las diversas ocupaciones en que los indios se debían ocupar. El arreglo y renovación de las obras hechas como por ejemplo puentes, caminos, limpiar acequias. Todo en provecho común.
Capítulo XVII: El Inca Viracocha tiene nueva de los enemigos y de un socorro que le viene.
El Inca Viracocha junto más de ocho mil hombres de guerra. Y llegó el aviso que el enemigo estaba a nueve o diez leguas de la ciudad. A la vez los Incas se enteraron que venía un socorro de veinte mil hombres. Eran los Chancas. Y lo atribuyeron al Inca Viracocha que se apareció en sus sueños. Entonces los Incas cobraron tanto ánimo que certificaban por suya la victoria.
Capítulo XVIII: Batalla muy sangrienta, y el ardid con que se venció.
A Sacsahuana envió mensajeros de paz. Pero los Chancas no quisieron oírlos. El Inca Viracocha fue delante de los suyos y fue el primero que tiro el arma que llevaba. Se unen al príncipe cinco mil hombres más. Por estos nuevos socorros desconfiaron los Chancas de la victoria. Y así tejieron fábulas. Diciendo que las piedras y las matas de aquellos campos se convertían en hombres que venían de socorro del príncipe. Los Chancas oyendo esto desmayaron en su intento.
Capítulo XIX: Generosidades del Príncipe Inca Viracocha después de la victoria.
Murieron treinta mil indios. Ocho de parte del Inca Viracocha. Quedaron presos los dos maeses de campo y el general Háncohuallu. El resto quedó libre, por su generosidad del príncipe. Rindieron gracias al dios Sol por la victoria y le hicieron sacrificios de bebidas y viandas. Envió a su padre mensajeros para que le avisen sobre la victoria obtenida.
Capítulo XX: El Príncipe sigue el alcance, vuelve al Cozco, vése con su padre, desposéele del Imperio
El príncipe con su gente salió en pos del enemigo. Curó a los heridos y no heridos y los perdonó. Luego entró al Cozco. Como soldado al lado de su dos tíos lo maeses de campo. Fue recibido por la multitud y le aclamaron: su madre, sus tías, sobrinas, y pallas. Lo recibieron con cantares de fiesta y regocijo.
Fue donde su padre el Inca Yáhuar Huácac, que en su total vergüenza le concede el reino al príncipe. En Muina mandó construir otro palacio para el padre con todos los requerimientos posibles. Allí pasó toda la vida restante Yáhuar Huácac que por su desdicha había llorado sangre en su niñez.
Capítulo XXI: Del nombre Viracocha, y por qué se lo dieron a los españoles.
Sabemos ya, que le dieron el nombre de Inca Viracocha por el sueño que había tenido el príncipe. Y porque también decía que tenía barbas y vestido largo por esta razón también pusieron Viracocha a los españoles. Los que dieron muerte a Atahuallpa Rey tirano que a su vez mató a Huáscar legítimo heredero. Por ello llevaron riquezas en andas que más parecían regalados. En ello los historiadores españoles se equivocan interpretando mal el nombre Viracocha. El padre Blas Valera lo declara que por esta dicción numen, que es la voluntad y poderío de Dios. Los Incas tuvieron de deidad a Viracocha lo adoraron después del Sol, Y no tenían más dioses. Después de todo el Inca Viracocha quedó en grandísima autoridad y crédito. Este es el dios fantástico Viracocha que algunos historiadores dicen que los indios tuvieron como principal dios lo cual es falso.
Capítulo XXII: El Inca Viracocha manda labrar un templo en memoria de su tío, la fantasma.
El Inca Viracocha. En un pueblo llamado Cocha. Mandó hacer un templo que imitase todo lo que fuese posible al lugar donde se le apareció. El templo tenía ciento y veinte pies de hueco en largo y ochenta en ancho. En el tabernáculo que estaba dentro de la capilla había un basa grande, sobre ella pusieron la estatua de piedra. De la misma figura que le fijo habérsele parecido la fantasma. La estatua semejaba a las imágenes de nuestros apóstoles. Toda esta obra fue destruida por los españoles so pretexto de que en sus cimientos había tesoros de oro.
Capítulo XXIII: Pintura famosa; y la gratificación a los del socorro.
El Inca Viracocha ufano y glorioso por su victoria mandó pintar dos figuras del cuntur (cóndor) una en posición sentada y dando espaldas al Cozco. Y el otro feroz, con las alas abiertas. El primero era su padre que .huyó y el segundo era el príncipe Viracocha que venía a salvar al Cozco. Era el año de mil y quinientos y ochenta.
Como el Inca Viracocha quedase como absoluto señor de todo su imperio. Visitó y gratificó a todas las naciones que le ayudaron en la defensa del Cozco. Así decidió conquistar: Caranca, Ullaca, Llipi, Chicha. Para ello dispuso de treinta mil hombres y como capitán general puso a su hermano Páhuac Mayta Inca que quiere decir vuela Mayta Inca.
Capítulo XXIV: Nuevas provincias que el Inca sujeta, y una acequia para regar los pastos.
El Inca Viracocha no contento con sus conquistas, mandó levantar treinta mil hombres de guerra y seis Incas expertos para que fuesen con él. Pasó por los Chancas a los que trató afablemente a pesar de su traición. Con gran fiesta y regocijo fue recibido el Inca Viracocha. De allí pasó a la provincia llamada Pocra, por otro nombre Huamanca, Asancuru, Parco, Picuy, y Acos. Los cuales se dieron con mucha facilidad y holgaron de ser su imperio. Mandó hacer una acequia de agua de más de doce pies de hueco que corría más de ciento y veinte leguas de largo. Servía para regar los pastos que hay por aquellos despoblados. Otra acequia semejante atraviesa casi todo Contisuyu. De estas acequias para regar los pastos hay muchas en el imperio y cierto son obras tan grandes y admirables que excedían a toda pintura y encarecimiento de que de ellos se puede hacer.
Capítulo XXV: El Inca visita su Imperio. Vienen embajadores ofreciendo vasallaje.
Visitado Chinchasuyu pasó a la de Cuntisuyu. Hizo gran pesquisa para saber si los gobernadores y ministros regios hacen el deber cada cual en su ministerio. Estando en la provincia de Charca, vinieron embajadores del reino llamado Tucma y se sometieron pacíficamente. Los embajadores se pusieron de rodillas a la usanza de ellos. El Inca los recibió con mucha afabilidad. Mandó le dieran mucha ropa de lana. Para sus curacas de la muy fina. Mandó que fuesen Incas parientes suyos para instruirlos en su idolatría y que les quitasen los abusos y torpezas. Mandó ministros que se entendiesen en sacar acequias y cultivar la tierra.
Capítulo XXVI: La huida del bravo Hancohuallu del Imperio de los Incas.
En la segunda provincia andando en la provincia de los Chichas. Recibió una penosa noticia, es que el bravo Hancohuallu Rey de los Chancas había huido hacia otras tierras. Lo siguieron ocho mil indios de guerra de provecho con los cuales se fue el altivo Hancohuallu, haciendo camino por tierras ajenas, con el terror de sus armas y con el nombre Chanca. Llegó a las grandes montañas de los Antis, con el propósito de entrarse en ellas y poblar donde hallase buena disposición.
Capítulo XXVII: Colonias en las tierras de Hancohuallu; el valle de Yúcay ilustrado.
Viendo tal huida de Hancohuallu el Inca mandó a su hermano Páhuac Mayta para aquietar a todos los indios de la zona. Y así lo hicieron. Luego volvieron al Cozco. Lo primero que hizo fue promulgar leyes para que no sucediese otro levantamiento. Concluido lo que se ha dicho mandó a hacer grandes y suntuosos edificios por todo el imperio, particularmente en el valle de Yúcay. El sitio es amenísimo con aires frescos y suaves. Lo alto de aquella sierra es perpetua nieve. Lo medio es de bravísimas montañas. El Inca Viracocha fue particularmente aficionado a aquel sitio.
Capítulo XXVIII: Dió nombre al primogénito, hizo pronóstico de laida de los españoles.
Al primer hijo que nació con la Coya Mama Runtu puso de nombre Pachacútec. Pacham Cutim quiere decir el mundo se trueca. El nombre de la mujer fue Mama Runtu que significa madre huevo. Llamáronle así porque está Coya fue más blanca en color que el resto de las indias. El Inca Viracocha pasó a ser adivino pues así lo tomaron los Incas, como oráculo y pronosticó: “que en algún tiempo habían de perder los Incas su idolatría y su imperio”. Por haber dado este pronóstico el Inca Viracocha y haberse cumplido dieron los indios el nombre de Viracocha a los españoles.
Capítulo XXIX: La muerte del Inca Viracocha. El autor vio su cuerpo.
Murió el Inca. Fue llorado universalmente. No se sabe de cierto cuantos años vivió ni reino. Fueron más de cincuenta y así mostraba su cuerpo cuando yo lo vi en el Cozco al principio del año mil quinientos sesenta. En el aposento vi el cuerpo del Inca Viracocha tenía la cabeza blanca con respecto de los demás reyes que allí estaban. Los cuerpos estaban tan enteros que no le faltaban cabello, ceja ni pestaña. El Padre Maestro Acosta dice: “Estaba el cuerpo tan entero y bien aderezado con cierto betún, que parecía vivo…” “Primeramente los cuerpos de los Reyes y Señores procuraban conservarlos más de dos cientos años…» Acuérdome que llegue a tocar un dedo de la mano de Huayna Cápac, parecía que era de una estatua de palo.
FIN DEL LIBRO QUINTO.
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