Como Habla La Coca (Enrique Lopez Albujar) Resumen
Me había dado a la coca. No sé si al peor o al mejor de los vicios. Bajo el peso de mis responsabilidades el vicio como el murciélago, echábase a volar a la hora del crepúsculo.
Un día intente rebelarme. “Hoy no habrá coca” –me dije- Basta ya. ¿Y qué creen ustedes que hizo? Pues me cerró el paso. “Anda pareció decirme; anda, que ya volverás más sometido que nunca”. Y cuando más parecía libre, una fuerza venida no sé de donde, me hizo volver sobre mis pasos. -¿Has caminado mucho? No hay nada como una chaccha para la fatiga. Vamos, cede un poco.
La intransigencia es una camisa que debe mudarse lo menos dos veces por semana. Porque la coca no ha de faltar. Busca, busca. ¿Ves? Son dos hojitas que escaparon de la chaccha devoradora de anoche. La coca no es opio, no es tabaco, no es café, no es éter, no es morfina, no es hachisch, no es vino, no es licor. Y, sin embargo, es todo eso junto. Estimula, obstina, alegra, entristece, embriaga, ilusiona, alucina, impasibiliza… ¿No eres peruano? Hay que ser patriota hasta en el vicio. Si según lo que se come y lo que se bebe es lo que se hace y lo que se piensa. La coca es superior al trigo, a la cebada, a la papa, a la avena, a la uva, a la carne. La coca no exige sacrificios. La coca da y no quita. Y es que la coca no es vicio sino virtud. La coca es hostia del campo. No hay día en que el indio no comulgue con ella. El arte y el vicio son hermanos. Los imbéciles no tienen vicios, tienen apetitos, manías, costumbres.
Mira, llegas a tu casa, sacas un aptay; y enseguida te repatingas. Comienzas a marcar unas cuantas hojitas, no por vicio por supuesto. Puedes hacer una catipa para consultar: … Si te ira bien en el viaje… Si estas en la judicatura firme… O si estas en peligro de que los señores de la corte te cojan cualquier día… Y al hacer tu catipa debes hacerla con fe. La coca viene a ser entonces como el rito de una religión, como la plegaria de un alma sencilla que busca en la simplicidad de las cosas la necesidad de una satisfacción espiritual.
El indio tiende a la sencillez por medio de la chaccha. Una cahccha es un goce. Una catipa una oración. En una chaccha el indio es una bestia que nimia; en la catipa, una alama que cree. Por eso el indio cree y espera; soporta las rudezas y amarguras de la labor montañesa. ¿Qué te crees tú? Si hubiera un gobierno que prescribiera el uso de la coca en las oficinas públicas, no habría allí despotismos de lacayo, ni tratamiento de sabandija. Y la coca es un medio de abstracción, de liberación. Es lo que hace al indio nirvanizarse cuatro o seis veces al día. Él sabe que la vida es: dolor, angustia, necesidad, esfuerzo, desgaste… prefiere la realidad de una chaccha humilde, pero al alcance de la mano. La coca habla. Es una biblia verde de millares de hojas, en cada una de las cuales duerme un salmo de la paz. La coca es una virtud no un vicio.
La coca es para el indio el sello de todos sus pactos, el auto sacramental, el manjar, el consuelo, de todos sus duelos y tristezas, el incienso de todas sus supersticiones, el remedio de todas sus enfermedades, la hostia de todos sus cultos. Después de haberme oído todo esto ¿No querrás hacer una catipa? ¡Ah! Que cosa ha crujido es el cajón y ya sabes lo que hay dentro. La coca parece que huye. Como la mujer… como la sombra… como la dicha. Ya la has cogido. ¿Quisieras ahora catipar? Pero, pon fe, mucha fe. ¡Cuidado con que llegues a sentirle amarga! ¡Cuidado! ¿Te está pareciendo amarga? Yo habría querida que la sintieras dulce.
Cuarentiocho horas después llegó un telegrama. Y leí: “Suprema suspendió usted ayer por tres meses motivo sentencia Roca-Pérez. Pida reposición. ¡Un hachazo brutal! El más brutal que había recibido en mi vida.
FIN
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