Enrique López Albújar y Su Cuento El Trompiezo
A su vuelta de Tacna, Carmelo notó algo extraño en su mujer. La había dejado diligente y la encontraba perezosa. Suspiraba mucho. ¿Qué le podía pasar a la Isidora? Durante los tres años de casada, los pellejos que les servían de cama no se habían separado nunca. ¿No estaría “el gavilán” revoloteando por encima de su choza? Y una tarde en momentos en que su mujer moqueaba.
- ¡Estabas llorando!
- El humo de la yareta, Carmelo. Humo juerte,
- ¿Te está rondando el zorro?
- Peor que eso. Me ha salido al camino. No pude hacer nada; estaba sola. Ni como evitar el trompiezo.
- ¡Un trompiezo! ¿con quién?
- Te diré.
Fue en la chacra de “Capujo”. Leoncio Quelopana su vecino. Saltó sobre ella como un puma, agarrándola de las manos. Pese a los gritos que nadie podía oír. Pasó pues lo que tenía que pasar. Pero no con su gusto. Vine a casa y le pedí a Dios que volvieras pronto. El relato no podía ser más minucioso, ni la verdad más ruda y dolorosa.
- ¿Con que el marido de mi hermana ha sido el ladrón?
- No, Carmelo. No lo vas a matar. Si lo haces me quedaré sola,
- Si no lo hago Leoncio va a creer que es por miedo,
- No creas Carmelo. Si vuelve, seré yo quien le meta el cuchillo.
Después de esta confesión parecía que el indio quedaba aquietado. ¿Cómo iba a ser posible esto? ¿Por qué no iba, pues, a cobrarle a Leoncio el daño que le había hecho a su honra? ¿No le había quitado Quelopana su honor? Pues que se lo pagara. Persuadido por estos pensamientos, acudió a su padrino de matrimonio Callata llamado a presidir el consejo. Y escuchó el testimonio, se rascó la cabeza.
- ¡Bueno! Te he oído con interés como nuestra costumbre manda que se oiga al ahijado que viene a contarle su agravio y pedirnos consejo. No olvides ahijado Carmelo, que al dinero y a la mujer hay que tenerlo siempre al cinto o encuevados, para que no venga el ladrón y se las lleve.
- Tu sabes mucho padrino Callata, aconséjame, pues,
- Basta con que te pague tu honor ¡Que más!… ¿Le recibirías dos cientos soles…?
- ¡Poco! ¿Por qué no quinientos?
- ¿Qué estás loco Maquera? ¿De dónde va a sacar tanto ese caza faldas?
Asuntos de esta clase hay que tratarlo entre sombras. El consejo estaba completo. Estaban: Manuel Mamani, Inocencio Cahuana, Narciso López, Tomas y Quelopana. Una vez todos arrodillados y contritos. Callata, dirigiéndose a la Isidora, exclamó:
- Isidora Cohaila, mujer de Carmelo Maquera, vas a hacer tu obligación.
Inmediatamente la Cohaila comenzó a sacar puñados de coca y repartía a la vez decía:
- Perdón por el trompiezo que es la primera vez…
Enseguida el testigo Cahuana por ser el más viejo preguntó:
- Leoncio Quelopana ¿cierto lo que dice la Isidora?
- ¡Verdad! ¡Verdad! ¡Perdónenme del “trompiezo” por primera vez!
- Que diga Carmelo, cuánto cobra por su honor,
- Que me pague Quelopana quinientos soles,
- Me parece mucho dijo Quelopana
Callata intervino:
- ¿Te parece bien tres cientos soles tata Callata?
- ¡Está bueno!
- No podría, tata por que no los tengo;
- No hace falta te los prestaré yo. Que Cahuana haga el recibo para que tú lo firmes.
Quelopana cogido en su propia red, no tuvo más remedio que aceptar, mientras su mujer, profundamente dolida del arreglo gemía: “¡Mucho, mucho por el trompiezo mucho! Y todos arrodillados se pedían perdón mutuamente.
Llegado el momento de retirarse.
- ¡Bueno ha estado el arreglo! ¿Cuánto me va a tocar a mí?
- Tú dirás padrino.
- ¿Te parece bien cincuenta soles?,
- Tómalos pues y dame el resto.
Y Carmelo dirigiéndose a su mujer le dijo:
- Oye Isidora, con un trompiezo de estas cada mes, acabaríamos por comprar todas la tierras de Cairani,
- Entonces no quieres que lleve ya el cuchillo cuando venga sola a Capujo.
FIN