Cuentos Andinos El Hombre De La Bandera Resumen Corto
I.
Fue en los días que pesaba sobre Huánuco una enorme vergüenza. Era el dolor de ver impuesta y sustentada por las bayonetas chilenas a una autoridad peruana. ¿Qué significaban esos pantalones rojos y esas botas amarillas en Huánuco? Era demasiado. Pero en ese momento faltaba un corazón que sintiera por todos. Y al lado del espíritu de rebeldía se alzaba el del desaliento, pesimismo y desgracia.
II.
Hasta que una noche de agosto de mil ochocientos ochenta y tres. Aparicio Pomares un indio de Chupan. Advierte que han llegado de Huánuco unos dos cientos soldados chilenos. Esos hombres: Incendian, violan, roban y viven en la casa de dios sin respeto alguno. Y he visto que como soldados valen menos que nosotros. Como les decía, esos hombres a quienes llaman chilenos desembarcaron en Pisagua y lo incendiaron – Y porque pelean con los peruanos- interrogó Obas. –Porque les ha entrado codicia por nuestras riquezas- todos estallaron a carcajadas. –Les hablaré más claro- replicó Pomares. Ellos vienen por nuestro ganado y las tierras que están al sur. El Perú es muy grande, las tierras que están al otro lado de la cordillera son Perú. Perú también es: Pachas, Obas, Chupan, Chavinillo… y Ambo y Huánuco. ¿Y vamos a permitir que los chilenos vengan y se lleven lo nuestro? ¡Que se levante el que tenga miedo a los chilenos! Nadie se levantó. Pomares siguió conversando y habiendo entrado en la conciencia de su auditorio se apresuró a desenvolver una gran bandera que después de anudarla a un asta dijo: “… Esta es la bandera del Perú. Blanca y roja, no importa que allá sean mistis y acá indios. Ya llegará el día en que todos seamos iguales. No hay que mirar esta bandera con odio sino con amor y respeto…” ¿Me han entendido? Y todos la besaron.- ¡viva el Perú!- ¡Muera Chile!- ¡A Huánuco todos! Había bastado la voz de un solo hombre para hacer revivir el alma adormecida del indio.
III.
Al día siguiente dos mil indios prepararon las hondas, hachas, cuchillos, picas, escopetas y garrotes. Era preciso destruir al enemigo, levantarse todos contra él. Después de dos días de marcha, aquel torrente humano, al mando de Aparicio Pomares, coronó en la mañana del ocho de agosto las alturas del Jactay y comenzó a retar al enemigo.
IV.
Todo era un desconcierto. Serían las diez de la mañana. La mitad de la fuerza chilena al mando de su jefe, comenzó a escalas el Jactay. Los indios se precipitaron a su encuentro en oleadas compactas, guiados por la gran bandera de Aparicio Pomares. Éste guiaba con agilidad de aquí para allá, retrocedía rápidamente, y todo esto sin soltar su bandera querida paseándola triunfal. El asalto duró más de dos horas. El jefe chileno había caído de un tiro de escopeta y sus soldados acababan de retirarse. Huánuco acababa de ser liberada.
V.
Al día siguiente los indios triunfantes. Buscaron a Pomares, pero estaba herido en una pierna. La gangrena lo consumió y expiró. Antes de morir tuvo todavía el indio esta frase de amor: “Ya sabes Marta, que me envuelvan en mi bandera y que me entierren así”. Y así fue enterrado Pomares el hombre de la bandera.
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