Un hombre solitario y triste, olvidado por su familia. Ve en un niño la amistad añorada y sincera. Léanlo en el presente resumen del cuento: “Por las azoteas”, escrita por Julio Ramón Ribeyro.
Breve Resumen De La Obra Por Las Azoteas
Las azoteas eran los recintos aéreos, donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían para nada. Entre todos los trastos yo erraba omnipotente. Mi reino al principio se limitaba al techo de mi casa. Luego también a las azoteas vecinas. Eran los linderos de mi gobierno, sin embargo, había una zona inexplorada que siempre despertó mi codicia. A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Pero cuando me disponía a saltar en esa tierra nueva, divisé a un hombre sentado en una perezosa, y luego me alejé. En vista de ello decidí efectuar una salida para cerciorarme con qué clase de enemigo tenía que vérmelas. Por entre la juntura de dos tablas, observé, el hombre seguía en la perezosa. “pasa” me dijo. Ya sé que estás allí. Vamos a conversar. ¿Quién eres tú? Le pregunté. Yo soy el rey de la azotea me respondió. ¡No puede ser! Protesté, el rey de la azotea soy yo. Te voy a contar un cuento me dijo: “Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado el hombre dijo que no sabía nada. Y solo entonces lo dejaron en paz”. Se echó a reír. Al ver que yo lo miraba sin inmutarme, se puso serio. Te voy a contar otro mucho más fácil: “Había una vez un famoso imitador que se llamaba Max. Imitaba a un avestruz, y toda la gente se moría de risa, en todo el mundo, haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo Max se volvía más triste, al momento de morir llamó a sus amigos y les dijo: Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario”. Esta vez el hombre no rio, sino quedo pensativo, mirándome con sus ojos indagadores. ¿Quién eres tú? Le pregunté. Otro día te responderé, me dijo. Al día siguiente regresé, entonces me dijo: el verano es un dios que no me quiere. Luego conversamos para hacer una sombrilla gigante que tape toda la ciudad. A pesar de nuestras largas conversaciones yo sabía poco o nada de él. Y me dijo. Yo soy eso, sencillamente eso y nada más, nunca olvides: un trasto. Otro día me dijo: Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa envuelto en su mortaja. Al principio sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa ni lecho en donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo asesinaron.
Hacía mucho calor, era mediado del verano. Subía a la azotea a visitar al hombre de la perezosa. Sus mejillas se habían ahuecado y, sin su locuacidad de antes, permanecía silencioso, agrio, lanzando miradas coléricas al cielo. Una de esas tardes apenas me vio, extrajo un abolsa de fruta y una botella de limonada. Hoy es mi santo ¿Sabes lo que es tener treinta y tres años? Cuando me retiraba me dijo: Pronto terminarán las vacaciones y ya no vendrás a verme. Y me regaló un libro. Mi mamá lo descubrió y lo hecho a la basura. Mi papá me dijo: Ese hombre está marcado. Te prohíbo que vuelvas a verlo.
Se abrieron las clases en días aun ardientes. Una tarde, el patio de recreo se ensombreció y pronto la garúa empezó a resonar sobre las palmeras. Era la primera lluvia de otoño. Burlando la vigilancia subí a los techos. Encaramándome en el perchero, me asomé al otro lado. Solo vi un cuadrilátero de tierra humedecida. La sillona desarmada, Camine. Asomándome a sus cristales vi el interior de la casa de mi amigo, un corredor de losetas por donde hombres vestidos de luto circulaban, pensativos comprendí que la lluvia había llegado demasiado tarde. 1958.
Analisis Del Cuento Por Las Azoteas
El cuento «Por Las Azoteas» fue escrito por el peruano Julio Ramón Ribeyro en Berlín en el año 1958 y pertenece al libro de cuentos «La Palabra Del Mudo»
Tema Central Del Cuento Por Las Azoteas
Un hombre de treinta y tres años, olvidado por su familia, es considerado como un trasto, y relegado a la azotea de su casa, sentado en una perezosa, sufre los rigores del cálido verano. Tal como lo demuestra en su relato: “Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa envuelto en su mortaja. Al principio sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa ni lecho donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo asesinaron”. Este hombre encuentra como compañero de “aventuras”, a un niño de diez años de edad, naciendo en ellos una cálida amistad.
Mensaje Del Cuento Por Las Azoteas
Mensaje: El olvido y el maltrato son látigos crueles, que destrozan a un ser humano.
Personajes De La Obra Por Las Azoteas
- El Niño – Tenia 10 años y era quien acumulaba objetos en las azoteas.
- Un Hombre – Era quien vivía en una azotea, de barbas largas y con un sombrero de paja.
- El obrero – Era quien arreglaba las chimeneas.
- Una sirviente – Era quien trabajaba en el hogar del niño.
- Los padres del niño.
Gracias por su atención y hasta un próximo resumen.
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